Bajo el
aguacero,
en mitad de la acera encharcada,
se abrazaban
dos caracoles.
Retorcidos,
húmedos,
se amaban
desafiando la muerte
¿qué es la vida
comparada con un llenarse de amor?
Y de pie a su lado,
mojada,
sin mas cámara de fotos
que mis retinas despiertas,
miré a lo lejos,
a la portilla de hierro verde,
deseando que la abrieras,
caminaras hasta mi
y desnudos
enroscáramos nuestros cuerpos
-como los caracoles-,
valientes,
envueltos en lluvia,
sin importarnos vivir o morir,
sólo amar.
(Incluido en en Nº10 de Absenta Poetas)